miércoles, 23 de septiembre de 2009

Un año en el Cielo!

Hace un año, el Señor se llevó a don Antonio al Cielo. Todos los que tuvimos la gracia de conocerle, algunos mucho más que otros, tenemos la certeza moral que el premio es muy grande para el Siervo Fiel y Prudente.
Cuantas y cuantos nos nutrimos en algún momento de nuestra vida del espíritu sobrenatural del Opus Dei gracias a la fidelidad de don Antonio?
Ahora que el tiempo ha calmado el dolor de esta separación, pienso que podemos agradecerle al Señor el regalo de haber conocido a un hombre tan sencilla y ordinariamente santo.
Pero cumpliendo el deber razonable de ese agradecimiento, te ruego, amable lector que reces al menos un Padrenuestro por don Antonio, son oraciones de ida y vuelta!

miércoles, 8 de octubre de 2008

La Universidad del Istmo lamenta el fallecimiento de Monseñor Antonio Rodríguez



La Universidad del Istmo lamenta el fallecimiento de Monseñor Antonio Rodríguez Pedrazuela
Monseñor Antonio Rodríguez Pedrazuela, falleció el pasado 23 de septiembre, a la edad de 83 años. "Don Antonio", como todos le llamábamos, nació el 19 de octubre de 1925 en Madrid, España, en donde fue ordenado sacerdote en febrero de 1953. El 22 de julio del mismo año, llegó a Guatemala a solicitud de San Josemaría Escrivá de Balaguer, para iniciar la labor del Opus Dei en este país y en el resto de Centroamérica. Desde su inicio, la Universidad del Istmo contó con el apoyo de Don Antonio, quien con ilusión y entusiasmo estuvo presente en el desayuno-sesión de la Asociación de Amigos de la Universidad, que se realiza todos los jueves, después de la celebración de la Santa Misa, que ordinariamente era oficiada por él. El Consejo Directivo de la Universidad ha querido dejar constancia del profundo agradecimiento hacia Don Antonio por su invaluable y abnegada entrega y cariño hacia esta casa de estudios. Hemos sabido descubrir su amor a la Universidad y la clara conciencia de que –en palabras del Fundador del Opus Dei- tiene como su más alta misión el servicio de los hombres, el ser fermento de la sociedad en que vive. Su tránsito al Cielo y el cariño que nuestro querido Don Antonio sigue teniendo por la Universidad del Istmo, ha reafirmado nuestro empeño en esa misión de servicio a todos los hombres, mediante la investigación universal de la verdad, afrontando los problemas con valentía, sin miedo al sacrificio ni a las cargas más pesadas, asumiendo en conciencia propia la personal responsabilidad, lo que exige una renovación de la fe, un nuevo empeño de amor, y el apoyo constante en la fortaleza de la ley divina y del querer de Dios.

En Semetabaj Hispano. 23-09-08

Recuerdos de Don Antonio Rodriguez, que se nos ha ido al cielo

Acabo de recibir la dolorosa noticia del fallecimiento de Don Antonio Rodriguez, sacerdote.
Lo conocí en Guatemala, donde me trató como un verdadero padre, compartiendo conmigo momentos felicísimos imposibles de olvidar. Aún parece que los estoy viendo cuando me vino a buscar en Santa Lucía Utatlán, estando yo recién llegado a Guatemala. Me invitó a comer en el campo y se desvivió conmigo, y me animó y me hizo feliz.
Después fueron muchos los encuentros, pero siempre con la preocupación, por su parte, de que me sintiera a gusto. Siempre sonriente, siempre con algún pequeño obsequio que me recordara a mi tierra española, para que siguiese con ganas queriendo a mi nueva tierra guatemalteca.
Por eso, ahora que se nos ha ido, le encomiendo a los sacerdotes y seminaristas de Sololá a quien los dos queremos tanto, tanto. Que los cuide, que los anime, que los guarde y que los haga muy, pero que muy fieles y muy felices.
Que la Virgen y San Josemaría lo reciban en el cielo, y Don Alvaro, y tantas personas queridas que lo estarían esperendo para ponerlo muy alto, muy alto, tan alto como se merece, por todo lo que nos quiso, por todo lo que hizo por Guatemala, por Centroamérica y por la iglesia. Dios le pague, Don Antonio, su vida bien colmada y ejemplar y nos haga a nosotros no desmerecer de su ejemplo.

martes, 7 de octubre de 2008

Desde el Seminario de Sololá, Chimaltenango GUATEMALA


Don Antonio Rodríguez, jueves 25 de septiembre del 2008


El martes 23 de setiembre partió a la casa del cielo don Antonio Rodríguez de Pedrazuela, un sacerdote que entregó los 55 años de su vida sacerdotal a servir a la Iglesia en Guatemala. De un modo muy discreto pero tremendamente eficaz, don Antonio dejó una huella profunda de su ministerio sacerdotal en los primeros años de este Seminario de Nuestra Señora del Camino. Fuimos muchos los seminaristas y formadores los que nos beneficiamos de sus consejos, de su vida alegre, de su experiencia y amistad. En la foto que subimos de estos primeros años en San Andrés Semetabaj, vemos a don Antonio animado y muy sonriente, justo en el centro del grupo. A la derecha de don Antonio y en el orden usual, los seminaristas de aquel entonces, son ahora los presbíteros Enrique Ochoa, Julio César Fernández y Marco Antonio Figueroa, y a la izquierda de don Antonio está el presbítero Dr. César Sánchez. En esta foto aparecen también Mons. Eduardo Fuentes y el P. Juan Izquiero. Durante los últimos años de su vida siempre supimos que don Antonio estaba muy cerca de nosotros en el Espíritu, aunque debilitado por una larga enfermedad. Sin duda, don Antonio goza ya de la Visión del Amor Hermoso, que le hizo quemar su vida con tanta gallardía por los caminos de su Guatemala.

sábado, 4 de octubre de 2008

Santa Misa por los nueve días de la partida al Cielo de d. Antonio



El día viernes 3 de octubre, en el Oratorio de Nuestra Señora de la Paz en la Ciudad de Guatemala, el Vicario del Opus Dei en Centroamérica Norte, Monseñor Francis Wurmser, junto a los presbíteros Julio Ortiz y Ricardo Acosta, concelebraron la Santa Misa en memoria de don Antonio Rodríguez, con la presencia de muchos miembros de la Obra, cooperadores y amigos.

En la foto aparece don Antonio con d. Francis Wurmser.

Aclarando que sin tratarse de una transcripción textual de lo que se dijo, a continuación trataré de mencionar algunos conceptos expresados por Don Francis. L

Comentó que Nuestro Señor les había ido preparando para esta dolorosa separación pero que al final, el dolor -que es una manifestación del Amor a Dios- fue grande. Que el corazón de don Antonio había crecido, se había expandido cada días más y que todo ese cariño que desbordaba era el resultado de una vida interior muy rica, producto del cumplimiento esmerado de sus normas de piedad. Dijo que el último día en la tierra, al regresar del hospital, el director del centro le había ofrecido acompañarle en el cumplimiento de alguna norma, sin embargo don Antonio le contestó que ya las había hecho todas, pero que de todos modos le leyera algún texto espiritual.



Asimismo d. Francis comentó respecto a la alegría perenne de d. Antonio, lo cual no significa que no tuviera momentos duros. Mencionó que su excelencia el Cardenal de Guatemala, Monseñor Quezada Toruño había dicho que desde sus años en el seminario, hace mas de 50 años no había visto nunca triste a don Antonio.



Leyó una carta del Prelado de la Obra, Monseñor Javier Echevarría, mostrando su dolor por la macha al Cielo de don Antonio, pero al mismo tiempo la dicha de saber que se adelantaba a la celebración del 80 aniversario de la fundación del Opus Dei, al ser recibido por San Josemaría, don Álvaro del Portillo (sucesor del Santo) y por muchas y muchos que le han precedido.



Don Francis, también comentó el afán apostólico y proselitista de don Antonio , que había crecido mucho mas en sus últimos años, y que pedirle encomendar por esto temas, se le “encendían” los ojos y la sonrisa.



Al final Mons. Wurmser hizo mención a la virtud de la fidelidad y la manera heroica que la había vivido don Antonio y cómo haber respondido positivamente día a día era en buena medida la condición para el crecimiento de la labor en y desde Centroamérica.

Don Antonio

Don Antonio-
HACIA DELANTE -Jaime Francisco Arimany Ruiz
Prensa Libre / Guatemala 4 de octubre del 2008

A mediados de los años 1950 fui con unos amigos a visitar la casa de unos sacerdotes pertenecientes al Opus Dei, ubicada en la 10ª calle, lado sur, entre 2a. y 3a. avenidas de la zona 10. Allí se reunían y estudiaban jóvenes de diferentes colegios. Al graduarnos, gran cantidad de compañeros optó por dedicar su vida a Dios, en el Opus Dei.
El 22 de julio de 1953 llegaron a Guatemala dos jóvenes sacerdotes, José María Báscones (Castorazo) y el Vicario Regional José Antonio Rodríguez Pedrazuela. En sus bolsillos tenían un capital de Q15; en su alma, una riqueza de fe enorme.
Pero ¿cómo lograron tener una casa grande y ganarse el cariño de tantos jóvenes en tan solo cinco años y tres meses?
Pasaron los años, a mis amigos del Opus los veía de vez en cuando, pero hace 28 años me entrevisté con un querido compañero, el Ing. Antonio Marroquín (Tony) y le solicité que recibieran a mi hijo mayor en la casa de colonia Alemania, pues quería que estudiara allá, para que mejorara su dominio del idioma alemán. Lo recibieron, y mi amistad con Tony se estrechó, acercándome a la institución. Fue mi consejero en esa época el sacerdote Julio Ortiz, quien me dio confianza y fe para solucionar problemas como el que tuve al cambiar el mercado de la industria del papel que administraba, a mediados de los años 1990.
No recuerdo cómo, pero a finales del milenio empezó la amistad con don Antonio. Él atraía con su alegre recibimiento, acompañado de Ay, Jaimito, ¿cómo estás? Su mirada profunda, su ingenio, sus consejos y el amor que transmitía hacían amenas las horas de conversación.
Me invitó a participar en las juntas semanales de los amigos de la Universidad del Istmo. Asistí durante más de un año. Allí pude observar que la participación discreta, pero clara y oportuna, sin quitar el protagonismo a los participantes o a quien dirigía al grupo, lo convertía en su indiscutible líder.
Monseñor, don Antonio, me contó que cuando vinieron a Guatemala los apoyaron varias familias, gracias a lo cual lograron obtener los objetivos que traían. Don Antonio fue Vicario de la Región hasta 1995. Falleció hace dos semanas, a la edad de 83 años. Deja tras de sí 17 colegios en Centroamérica y una Universidad en Guatemala. Vendrán más colegios y universidades, pero la labor que no se ve, el encuentro de la fe y el amor a Cristo por miles de personas, que se proyectan de diferentes maneras en nuestras sociedades centroamericanas, es aún mayor, pues no es material destructible, sino espiritual, y por lo tanto, eterno.
Bodas de Oro

miércoles, 1 de octubre de 2008

Don Antonio Rodriguez Pedrazuela - En Siglo XXI

DON ANTONIO RODRÍGUEZ PEDRAZUELA


Carroll Ríos crios@sigloxxi.com


Los que tuvimos la dicha de conocerlo, le debemos mucho. ¡Nos enseñó a vivir en positivo! Monseñor Antonio Rodríguez Pedrazuela fue chapín de corazón, inclusive antes del 22 de julio de 1953, día en que llegó a este país, recién ordenado. Era materia dispuesta antes de que San Josemaría Escrivá de Balaguer le preguntara si estaba dispuesto a venir a este rincón del mundo para iniciar la labor del Opus Dei. Quiso a Guatemala antes de rezar una primera Salve frente a la imagen de la Virgen del Cerrito del Carmen, el día después de su llegada. Y la siguió queriendo hasta la madrugada del miércoles 23, cuando su corazón le dio descanso. Murió como vivió, instrumento recio y firme, bueno y fiel, humilde y generoso. El entusiasmo y el gozo que caracterizaron a don Antonio son su mayor legado, aún mayor que las múltiples obras físicas que inició y promovió en Guatemala. Los que tuvimos la dicha de conocer a Don Antonio, le debemos mucho. ¡Nos enseñó a vivir en positivo! Con su ejemplo y sus enseñanzas, nos enseñó a abrazar al mundo y las circunstancias que nos tocaron vivir. No con mera resignación sino con afán de dejar huella. Nos enseñó que lo más importante es amar. Amar a Dios, sabiéndonos hijos suyos. Amar a la pareja, si es que estábamos casados. Solía repetir “uno con una para siempre”, con suave exigencia, recordándonos que Dios da la gracia para salir adelante. Acostumbraba hablar maravillas del esposo a la esposa y viceversa, avivando la llama. Amar a los hijos, reconociéndolos como una feliz bendición, pero también como personitas que debían aprender a ejercer su libertad con responsabilidad. Nos enseñó a educar con naturalidad y sentido común. Amar a nuestros padres, familiares y amigos. Y, además, a amarnos y perdonarnos a nosotros mismos. Aconsejaba recomenzar la lucha con un “¡Tú, ríete de ti mismo!” Nos enseñó a valorar el trabajo, el cual debía hacerse bien, sin excepción, por amor a Dios y a los demás. Sé que como administrador exigió calidad y eficiencia, pero siempre con alegría y comprensión. Le fascinaron Kinal, UNIS, Ixoquí, Junkabal, y todos los otros proyectos que tuvo entre manos. Con plena confianza en Dios, supo ser el aventurero que no se amedrenta por los obstáculos o la modestia de los primeros pasos. Se lanzó mar adentro. El día que falleció abrí al azar la carta encíclica de S.S. Benedicto XVI, Spe Salvi, y con asombro leí: “Que el amor pueda llegar hasta el más allá, que sea posible un recíproco dar y recibir, en el que estamos unidos unos con otros con vínculos de afecto más allá del confín de la muerte…sigue siendo una experiencia consoladora. ¿Quién no siente la necesidad de hacer llegar a los propios seres queridos que ya se fueron un signo de bondad, de gratitud o también de petición de perdón?...” Por encima de todo nos embarga el sentimiento de la gratitud. Hoy vemos para atrás y reconocemos la inmensa huella que dejó en ésta, su patria adoptiva, mas no cabe la menor duda de que don Antonio está en el Cielo, viendo hacia adelante, visualizando lo que nosotros ni siquiera atisbamos, lo que resta por hacer, y se hará. ¡Gracias, Don Antonio!

martes, 30 de septiembre de 2008

La huella del Pionero del Opus Dei en Guatemala.


Obituario: La huella del pionero del Opus Dei en Guatemala
María del Rosario Sandoval
El Periodico, 28 de septiembre del 2008.

Amar es darse. El que sabe amar, dista mucho del que sólo aprende a querer. Quien ama entrega todo y lo deja en manos del amado. Desconoce el egoísmo, la tristeza, el desánimo y vive con una fidelidad absoluta. Don Antonio vivió así sus 83 años, más de la mitad de ellos bajo la luna que vio su juventud y donde contempló los frutos de una larga lista de sueños.Monseñor Antonio Rodrí-guez Pedrazuela dejó su natal Madrid en 1953 para emprender con ilusión la intensa aventura que culminó el 23 de septiembre, cuando falleció en su casa luego de una hospitalización por neumonía y las complicaciones de uno de sus frecuentes paros cardiacos.Con 27 años y US$15 en el bolsillo, pocos meses de ordenación sacerdotal, un temperamento recio y una maleta llena de optimismo y visión sobrenatural, este sacerdote del Opus Dei vino a Guatemala el 22 de julio de 1953, acompañado del presbítero Jose María Báscones, con la instrucción del fundador de la orden, San Josemaría Escrivá de Balaguer, de infundir la “obra de Dios” en la región centroamericana. Luego de una infancia abrumada por la guerra, don Antonio arribó en una época de cambios y acontecimientos fuertes para el país: el tiempo de Jacobo Árbenz Guzmán al mando del poder. Al principio, vivió en una iglesia de la zona 3 y poco a poco, comenzó a tratar gente mediante su trabajo como capellán en varios centros educativos, como el Liceo Guatemala. Todos los días celebraba misa, dedicaba un tiempo a la oración, varias normas de piedad y atendía como director espiritual a muchas personas. “Tenía el don de darse a querer y dar el consejo oportuno”, relata su amigo José Molina Calderón, presidente del Consejo de Administración del Ingenio La Unión. Fue Vicario Regional (representante del Prelado del Opus Dei en Guatemala) de 1953 a 1995. Combinó su formación científica con la espiritual y humanista: al doctorado en Ciencias Químicas sumó el doctorado en Derecho Canónico. Por muchos años viajó en camioneta extraurbana, todos los sábados, a Santa Lucía Cotzumalguapa para celebrar las misas dominicales. Le gustaba el fiambre, los tamales y se emocionaba al cantar o escuchar Luna de Xelajú. Era incansable y disciplinado para correr y hacía que sus compañeros de competencia sudaran lo impensable. Desde pequeño fue fanático del Real Madrid y mostraba con orgullo las pantuflas que tenía con el escudo del equipo.Su gusto por la lectura no disminuyó nunca. Incluso en sus días de recuperación en el hospital, mantenía un grueso libro entre las manos. Sus sueños fueron del tamaño de su corazón. E igual fueron los resultados: la Universidad del Istmo cuenta con diez años de experiencia y ha sobresalido en el campo de la Arquitectura y Diseño Gráfico. El Centro Educativo Técnico Kinal atiende semestralmente a 500 adultos, quienes al concluir su rutina diaria, toman diversas capacitaciones, además de atender a 1,500 estudiantes en plan formal de educación técnica. En el Centro de Capacitación Junkabal, más de 50 mil mujeres han pasado por sus aulas de corte y confección, cosmetología, floristería, panadería y manualidades y aproximadamente el 80 por ciento de ellas ha formado su pequeña empresa (un total de 5 mil 500 familias se benefician actualmente de sus programas); y la Asociación para el Desarrollo Educativo, APDE, suma ya 38 años de labor educativa, con siete colegios en el país. Su participación activa en la formación de estos proyectos lo hizo merecedor en 2005 de la Orden del Quetzal en grado de caballero.“En ese corazón tan golpeado, físicamente hablando, entraron tantas personas de todos los ambientes de la sociedad e incluso amigos que no son católicos”, dice Pedro Vinicio Donis, director de la oficina de Información de la Prelatura en Guatemala, y lo confirma el empresario y judío guatemalteco Jaime Camhi, quien realizó diversas obras sociales junto al sacerdote participando activamente en la fundación del Centro Junkabal. “No olvido lo que me dijo cuando inauguramos Junkabal: ‘Hay que hacer las cosas bien para que las cuiden siempre’, y me impresiona que ahora ese centro está más nítido que el día de su inauguración”, recuerda Camhi.Siempre actuó con mentalidad de pionero. ¿Cómo? Considerando que su trabajo era el que abría la brecha, el que formaba el camino, actuando como el buen economista que debe rendir los escasos bienes, trabajando diariamente con intensidad y sin quejarse, como solía decirles el fundador comparándose con un burrito.“Cuando llegamos aquí, aquel día caluroso de julio de 1953, éramos sólo dos sacerdotes; y ahora, por la gracia de Dios, hay miles de almas –mujeres y hombres, solteros y casados, laicos y sacerdotes, jóvenes y viejos­– que luchan por encontrar a Dios con el carisma propio del Opus Dei” relata en su libro Un mar sin Orillas, en el cual cuenta los inicios de la labor apostólica en Centroamérica.Ya en los últimos días, le costaba hablar en voz alta. El día antes de su fallecimiento amaneció animado y con la ilusión de celebrar la misa. También le había prometido a un amigo llegar a su casa para bendecirla. Sus amigos no dudan de que hizo todo esto pero ya desde el cielo.
Guatemala,

lunes, 29 de septiembre de 2008

Artículo Dr. Pérez Avendaño. Diario la Hora

Opinión
Viernes, 26 de Septiembre de 2008

DON ANTONIO RODRIGUEZ PEDRAZUELA.

Dr. Carlos Pérez Avendaño

Con la autorización de la enfermera jefe de intensivo señora de Rodríguez, a las 6 en punto de la tarde nos tomábamos con D. Antonio nuestra copa de vino tinto en una ceremonia en la que nos acompañaban los buenos amigos que ahí estaban de visitantes. Fue así que durante las tres noches que pasó en intensivo fueron Ricardo, Federico y Álvaro con quienes compartimos en su habitación del hospital degustando con D. Antonio ese Happy Hour que él se gozaba tanto.Cuatro días antes de su ingreso me llamó a las 9 de la noche el licenciado Lionel Martínez para decirme que D. Antonio estaba muy mal. Un episodio de disnea, tos persistente y cansancio extremo que ya no le permitieron abrir los ojos, nos anunciaban un próximo desenlace lo cual requirió su inmediata hospitalización. Los electrocardiogramas y exámenes de sangre confirmaron un nuevo infarto sobre ese ya demasiado deteriorado corazón que, habiendo sufrido cuatro ataques anteriores y habiendo requerido de pontajes (bypasses) coronarios en el curso de los últimos 20 años, ya sentía un obligado deseo de descansar.La condición de D.Antonio era sumamente crítica por lo que de acuerdo con Lico Alfaro consultamos a D. Francis y D. Julio, directivos del Opus Dei, para ponernos de acuerdo de como actuar en caso de algún paro y si acaso deberíamos aplicar las consabidas maniobras de resucitación. La decisión fue de no proceder con maniobras extraordinarias y dejarlo morir en paz.Se procedió por lo tanto, con el tratamiento indicado para una insuficiencia severa de ese corazón ya muy grande, dilatado y con arritmia que, lo que quería, era descansar.Como un milagro, e insisto, como un verdadero milagro D. Antonio reaccionó al tratamiento, reinició su plática y sus sonrisas lo que me hizo ver que habría que ofrecérsele su tradicional copa de vino que tanto degustaba. A mi ofrecimiento aceptó gozoso. Fue así que el domingo 21 por la noche, platicando sobre el último juego de su equipo favorito, el Real Madrid, nos tomamos la que fue nuestra última copa.La mañana del lunes manifestó nuevamente su deseo de egresar del hospital y así se hizo. Esa noche durmió su última vez, en su casa, en su cama y murió durante el sueño de la madrugada. La vanidad obliga como hombre y como médico, a hacer alarde de aquellas personalidades que tuvieron la confianza de ponerse en mis manos. D. Antonio fue uno de ellos, ya que lo atendí desde 1959 cuando se me llamó por primera vez a atenderlo en su casa de la l4 calle, y así fue que fui su médico durante 40 años y hasta su muerte. El haberme regalado su confianza y su amistad es algo que merece mi gratitud y sobre ello la Lila mi mujer me hizo, durante muchos años un persistente recordatorio.La Lila le ofreció en múltiples ocasiones su delicadamente arreglada mesa de comedor para festejar con prelados, Nuncios y Cardenales, especialmente nuestro querido Mario Cardenal Casariego esa entrañable amistad.D. Antonio vino al mundo el 19 de octubre de 1925; es decir, 20 días antes que este su amigo matasanos. Es ahora, que con tristeza me he despedido de él repitiendo, por enésima vez mi agradecimiento que, acompañado de una copa de vino, me hizo sentirme muy satisfecho de haberle ofrecido una medicina que, espero, le haya ayudado a morir con alegría y cumplir esa exitosa trayectoria para la que se le dio diez y devolvió veinte. ¡¡Gracias y salud!! D. Antonio.

domingo, 28 de septiembre de 2008


Foto de Don Antonio celebrando su cumpleaños en la Universidad del Istmo en Guatemala