Obituario: La huella del pionero del Opus Dei en Guatemala
María del Rosario Sandoval
El Periodico, 28 de septiembre del 2008.María del Rosario Sandoval
Amar es darse. El que sabe amar, dista mucho del que sólo aprende a querer. Quien ama entrega todo y lo deja en manos del amado. Desconoce el egoísmo, la tristeza, el desánimo y vive con una fidelidad absoluta. Don Antonio vivió así sus 83 años, más de la mitad de ellos bajo la luna que vio su juventud y donde contempló los frutos de una larga lista de sueños.Monseñor Antonio Rodrí-guez Pedrazuela dejó su natal Madrid en 1953 para emprender con ilusión la intensa aventura que culminó el 23 de septiembre, cuando falleció en su casa luego de una hospitalización por neumonía y las complicaciones de uno de sus frecuentes paros cardiacos.Con 27 años y US$15 en el bolsillo, pocos meses de ordenación sacerdotal, un temperamento recio y una maleta llena de optimismo y visión sobrenatural, este sacerdote del Opus Dei vino a Guatemala el 22 de julio de 1953, acompañado del presbítero Jose María Báscones, con la instrucción del fundador de la orden, San Josemaría Escrivá de Balaguer, de infundir la “obra de Dios” en la región centroamericana. Luego de una infancia abrumada por la guerra, don Antonio arribó en una época de cambios y acontecimientos fuertes para el país: el tiempo de Jacobo Árbenz Guzmán al mando del poder. Al principio, vivió en una iglesia de la zona 3 y poco a poco, comenzó a tratar gente mediante su trabajo como capellán en varios centros educativos, como el Liceo Guatemala. Todos los días celebraba misa, dedicaba un tiempo a la oración, varias normas de piedad y atendía como director espiritual a muchas personas. “Tenía el don de darse a querer y dar el consejo oportuno”, relata su amigo José Molina Calderón, presidente del Consejo de Administración del Ingenio La Unión. Fue Vicario Regional (representante del Prelado del Opus Dei en Guatemala) de 1953 a 1995. Combinó su formación científica con la espiritual y humanista: al doctorado en Ciencias Químicas sumó el doctorado en Derecho Canónico. Por muchos años viajó en camioneta extraurbana, todos los sábados, a Santa Lucía Cotzumalguapa para celebrar las misas dominicales. Le gustaba el fiambre, los tamales y se emocionaba al cantar o escuchar Luna de Xelajú. Era incansable y disciplinado para correr y hacía que sus compañeros de competencia sudaran lo impensable. Desde pequeño fue fanático del Real Madrid y mostraba con orgullo las pantuflas que tenía con el escudo del equipo.Su gusto por la lectura no disminuyó nunca. Incluso en sus días de recuperación en el hospital, mantenía un grueso libro entre las manos. Sus sueños fueron del tamaño de su corazón. E igual fueron los resultados: la Universidad del Istmo cuenta con diez años de experiencia y ha sobresalido en el campo de la Arquitectura y Diseño Gráfico. El Centro Educativo Técnico Kinal atiende semestralmente a 500 adultos, quienes al concluir su rutina diaria, toman diversas capacitaciones, además de atender a 1,500 estudiantes en plan formal de educación técnica. En el Centro de Capacitación Junkabal, más de 50 mil mujeres han pasado por sus aulas de corte y confección, cosmetología, floristería, panadería y manualidades y aproximadamente el 80 por ciento de ellas ha formado su pequeña empresa (un total de 5 mil 500 familias se benefician actualmente de sus programas); y la Asociación para el Desarrollo Educativo, APDE, suma ya 38 años de labor educativa, con siete colegios en el país. Su participación activa en la formación de estos proyectos lo hizo merecedor en 2005 de la Orden del Quetzal en grado de caballero.“En ese corazón tan golpeado, físicamente hablando, entraron tantas personas de todos los ambientes de la sociedad e incluso amigos que no son católicos”, dice Pedro Vinicio Donis, director de la oficina de Información de la Prelatura en Guatemala, y lo confirma el empresario y judío guatemalteco Jaime Camhi, quien realizó diversas obras sociales junto al sacerdote participando activamente en la fundación del Centro Junkabal. “No olvido lo que me dijo cuando inauguramos Junkabal: ‘Hay que hacer las cosas bien para que las cuiden siempre’, y me impresiona que ahora ese centro está más nítido que el día de su inauguración”, recuerda Camhi.Siempre actuó con mentalidad de pionero. ¿Cómo? Considerando que su trabajo era el que abría la brecha, el que formaba el camino, actuando como el buen economista que debe rendir los escasos bienes, trabajando diariamente con intensidad y sin quejarse, como solía decirles el fundador comparándose con un burrito.“Cuando llegamos aquí, aquel día caluroso de julio de 1953, éramos sólo dos sacerdotes; y ahora, por la gracia de Dios, hay miles de almas –mujeres y hombres, solteros y casados, laicos y sacerdotes, jóvenes y viejos– que luchan por encontrar a Dios con el carisma propio del Opus Dei” relata en su libro Un mar sin Orillas, en el cual cuenta los inicios de la labor apostólica en Centroamérica.Ya en los últimos días, le costaba hablar en voz alta. El día antes de su fallecimiento amaneció animado y con la ilusión de celebrar la misa. También le había prometido a un amigo llegar a su casa para bendecirla. Sus amigos no dudan de que hizo todo esto pero ya desde el cielo.
Guatemala,
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